Las secuelas de la pandemia han provocado que numerosos negocios hayan tenido que salir de su estado de confort y reinventar su manera de relacionarse con los clientes. Esta verdadera disrupción se ha notado especialmente en la hostelería, donde las pérdidas han sido sangrantes.
De la noche a la mañana, locales con una buena relación calidad precio y con una reputación que le bastaba con abrir por la mañana para mantener unas ventas dignas, han pasado a salir a buscar a los clientes para poder seguir subsistiendo.
Una vez más, el tópico de que de una crisis sale una oportunidad se hace realidad, y los cambios que se introduzcan ahora en la hostelería harán que algunos restaurantes y bares (por extraño que parezca) terminen incluso más fuertes que antes de la pandemia.
Mal les va a ir a los negocios que creen que “todo volverá a ser como antes”. La vacuna podrá inmunizarnos, pero la mal llamada nueva normalidad ha cambiado ya de manera permanente los gustos y hábitos de los consumidores.
Un ejemplo de éxito es el local Rosi la Loca, un espacio colorido, lleno de vida, alegría y donde tan pronto estás comiendo como aparecen los camareros y se ponen a bailar y cantar entre las mesas.
Y es que por favor, no olvidemos tampoco al equipo humano de los locales. Se han acabado los tiempos de la rectitud protocolaria, del marcar las distancias y del riguroso “¿qué desea el señor?”. Aunque haya restaurantes que lo requieran, la gente desea familiaridad y cercanía tras tantos meses de aislamiento y distancia. Que alguien te recomiende qué comer, te sirva bien y encima adivines su sonrisa tras la mascarilla.
Y en la taberna de Rosi se nota que los camareros han sido formados en el arte de servir y sonreír (arte sí, muy difícil de ver en estos días).
Otra errónea manera de trabajar que ya ha pasado consecuencia es la de aquellos restaurantes que bajaron la calidad (o cantidad en sus raciones) y han mantenido o incluso subido sus precios. No hay que engañar a la gente, el cliente no es tonto, y este es un gran momento por apostar por la innovación, el buen género y la materia prima, y encima presentar todo el paquete de manera novedosa y divertida.
La taberna de Rosi es un sueño onírico con toques kitsch donde no solo nutrirás tu Instagram, sino también tu estómago y alma. Han apostado por una carta maravillosa e innovadora inspirada en la cocina mediterránea con toques internacionales llenos de matices asiáticos, árabes e italianos. Y como la comida entra por los ojos, su presentación es un boom para los ojos desde que te sientas a la mesa. Desde barcas humeantes para degustar lomos de atún hasta vaquitas en cuya tripa descansan los baos más sabrosos de la capital. Su vajilla, diseñada por el conocido artista Piñeiro hace que te traslades a un mundo de fantasía donde la vida se saborea y hace que te olvides, al menos mientras estás comiendo, de la realidad que te espera tras la puerta.
Sirva como leitmotiv la filosofía de Rosi: “en un mundo de locos tener sentido no tiene sentido”.
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Licenciada en Periodismo por la Universidad San Pablo CEU- Madrid. MBA en Protocolo Institucional, Producción y Gestión de Eventos. Escuela Internacional de Protocolo y Máster en dirección de entidades deportivas. Ha trabajado en varios medios nacionales como periodista y responsable de las publicaciones de protocolo y etiqueta. En 2017 fundó Little Etiqueta y es docente del área de Organización de eventos de nuestra escuela online ESAH – EstudiaHosteleria.com Puedes consultar toda nuestra oferta formativa de cursos y másteres en nuestra web.
1 Comment
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14 junio, 2021 at 15:44Hay un dicho que dice que para triunfar uno debea adaptarse a las circusntancia y al entorno que los afecta en determinado momento para salir hacia adelante . Sin duda esta pandemia en el caso del turismo, hoteleria y viajes ha hecho que muchas empresas grandes y chicas se tengan que adaptarse al entorno para seguir vivos sobre todo los mas chicos . He visto diferentes foirmas en estos ultimos meses en que muchas empresas del rubro se han tenido que adaptar al nuevo panorama de incertridumbre.