Aunque a veces lo perdamos de vista, comer es uno de los actos más importantes que realizamos a lo largo del día. Al comer le estamos aportando a nuestro cuerpo los nutrientes que necesita para mantenerse activo y saludable (y a veces también los que no necesita).
Comer es una necesidad básica y vital, pero los seres humanos hemos sabido convertirlo también en un placer.
Y es que la comida nos entra por los sentidos. Son estos los que nos ayudan a saber que un alimento tiene la calidad adecuada para ser consumido.
Pero yendo más allá, los alimentos gracias a nuestros sentidos son capaces de evocarnos emociones, sensaciones y recuerdos. No en vano podemos decir que ha surgido incluso una nueva corriente dentro de la gastronomía, la neurogastronomía, que se centra en la experiencia sensorial que supone el acto de comer.
Cuando comemos, aunque no nos demos cuenta, todos nuestros sentidos están trabajando juntos. El primer acercamiento que solemos tener a un plato es por la vista.
Todos conocemos la expresión “comer con los ojos” y es que la vista nos ayuda a identificar el producto y también la cantidad.
Pero va mucho más allá, diferencia formas y colores, incluso matices que afectan a la preparación. Por eso, la presentación de los platos es tan importante, es un modo de hacerlos atractivos a la vista.
El siguiente sentido que suele entrar en juego es el olfato. Aunque muchas veces ya habremos adivinado el plato por el aroma que despide, a través del olfato podemos disfrutar de muchos matices.
En general, los platos calientes emanan más aroma que otras elaboraciones, pero prácticamente todos los alimentos tienen un olor particular que nos ayuda a identificarnos. En el caso del vino, el olfato es un sentido clave.
Pero además, el olfato nos ayuda a comenzar a segregar los jugos gástricos para facilitar la digestión.
El tacto y el oído también tienen cabida en el acto comer
El tacto, también entra en juego a la hora de comer. Gracias a este sentido podemos apreciar las diferentes texturas de los alimentos y también su temperatura.
De hecho, jugar con diferentes temperaturas dentro de un mismo plato es una de las experiencias con las que a veces nos sorprenden los cocineros pues nos ayuda a sentir diferentes sensaciones a la vez.
Puede que penséis que el sentido del oído no es muy importante a la hora de saborear la comida. Pero lo cierto es que juega un papel importante a la hora de ayudarnos a disfrutar de las texturas, especialmente de las crujientes.
En cuanto a los cocineros, muchas veces son capaces de saber si un proceso de cocinado va bien por su sonido.
Por último, es evidente que el gusto es un sentido prioritario en el acto de comer. Gracias al gusto distinguimos los diferentes tipos de sabores y somos capaces de apreciar muchos matices.
Como todo lo sensorial, comer es también un acto emocional. Esto es un recurso que están explorando algunos chefs dedicados a la alta cocina y es que el acto de comer puede contribuir a nuestro bienestar general.
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