Los avances científicos suelen estar ligados a prácticamente todos los sectores económicos importantes para la sociedad. La industria de los alimentos es sin duda uno de los sectores clave. El mundo del marketing y de la publicidad siempre han prestado mucha atención a los diferentes estudios de la neurociencia que tratan de explicar cómo reacciona el cerebro ante determinados estímulos. Se trata al fin y al cabo de tratar de conocer el comportamiento de los consumidores para poder influir en ellos.
La neurociencia no es más que un conjunto de disciplinas científicas cuyo objetivo es conocer el funcionamiento del sistema nervioso. Este está formado por el cerebro, la médula espinal y las neuronas o células nerviosas sensitivas que se reparten por el cuerpo. Se trata de estudiar desde múltiples puntos de vista las características de nuestra conducta y de los procesos cognitivos.
El neuromarketing trata de aunar las conclusiones que se extraen de la neurociencia con el conocimiento del consumidor. Se trata de entender qué lleva a las personas a elegir un producto sobre otro, cómo toma las decisiones de compra, etc. En realidad busca predecir el comportamiento del consumidor. A día de hoy, prácticamente la mitad de las empresas más importantes del mundo se valen del neuromarketing con la finalidad de calcular el impacto que sus productos tendrán sobre los consumidores.
A nivel alimentario, algunas de las empresas que emplean el neuromarketing en el proceso de creación y lanzamiento de sus productos pueden ser Nestlé, Bimbo, Wallmart, Unilever. etc. Aplicando los principios de la neurociencia estas compañías consiguen unificar sus objetivos con la comprensión del modo de actuar de los clientes, creando campañas de publicidad efectivas que les permiten incrementar las ventas.
Aplicar los principios de la neurociencia en la alimentación es algo que está al alcance de todos
Sin embargo, aplicar los principios de la neurociencia a la industria alimentaria no tiene porqué ser algo restringido a las grandes empresas. Saber cómo funciona nuestro cerebro y entender que todos comemos por muchos motivos que van más allá de la mera necesidad de supervivencia, puede ser muy útil a la hora de encontrar la mejor manera de presentar cualquier producto. No podemos obviar, que en el proceso de comer entran en juego muchos factores, culturales, sociales y emocionales.
Muchas veces comemos por placer. Hay estudios que demuestran que la dopamina (un neurotransmisor que entre otras muchas cosas está relacionado con el placer que se siente al lograr algo) tiene un papel importante en el tipo de alimentos y bebidas que elegimos. En nuestro subconsciente asociamos ciertos alimentos al placer y la felicidad.
Pero no se trata de analizar solo el papel la comida en sí, también el empaquetado, el color, la presentación del producto… juegan un rol importante en la elección subconsciente del consumidor. Los restaurantes también pueden aprovecharse de estos conocimientos, creando entornos en los que el acto de comer consiga implicar de un modo armónico y agradable a todos los sentidos.
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