Siguiendo la línea de artículos sobre los diferentes tipos de uva, hoy el profesor de ESAH del Cata de Vinos (entre otros cursos), enólogo y sumiller, Jesús Flores, nos habla sobre la uva verdejo.
Es una de las mejores uvas blancas españolas. De exquisita calidad, en la zona de Rueda, da vinos aromáticos, con cuerpo y suaves. Puede encontrarse de forma muy minoritaria en otras comarcas del Duero, la zona del Cea, Zamora, Asturias y en el viñedo santanderino.
Ha desarrollado una excelente adaptación en su lugar de origen, que le permite resistir al frío, al calor extremo y a la sequía. Los bruscos cambios climáticos entre el invierno y el verano (“Nueves meses de invierno y tres de infierno”, dice el refranero),y el día y la noche, potencian los matices afrutados y aromáticos de la variedad. Los viñedos se asientan en suelos calcáreos y pedregosos y pueden llegar a alcanzar los 900 metros de altitud.
Se utiliza el sistema de poda tradicional, llamado “rastra”, y se mantiene la clásica separación entre cepas, fruto de siglos de experiencia en su cultivo. Los bajos rendimientos del viñedo (1,4 a 1,9 kg por cepa) contribuyen a reforzar la calidad de sus vinos. Racimo y baya son pequeños ambos; suelto uno y de color verde la otra, tienen una brotación entre temprana y media, muy sensible al oídio. Es una de las variedades que tiene mejor entrada en boca, muy afrutada, aunque deja una cierta astringencia al final de boca. Por su gran componente aromático podría estar emparentada con la verdelho que se cultiva en el norte de Portugal y Galicia.
Algunas bodegas siguen elaborando los históricos vinos generosos, envejecidos en toneles de roble bajo el velo en flor, ligeramente reforzados con alcohol, que recuerdan el estilo de los de Jerez, y que, como cuenta Alain Huetz de Lempz, ya eran conocidos en el siglo XVI. Se distinguía entonces entre vinos viejos (añejos) o muy viejos (trasañejos) de verdejo clarificada con arcilla fina. Entonces no era raro conservarlos durante cuatro o seis años, e incluso se citaba con admiración un tonel de vino de 20 años, propiedad de Simón Ruiz, fundador del hospital general de Medicina. Su precio era muy alto, estaba presente en las “tabernillas”, y se consideraba un buen fortalecedor para los enfermos.
Según J. A. Martín Carrión, las primeras vides de verdejo se habrían plantado en la zona de Rueda entre los siglos XI y XII, coincidiendo con el reinado de Alfonso VI. A pesar de no estar documentado se sabe que en esta época, tras la conquista de Toledo, se ordenó a cántabros, vascones y mozárabes repoblar el Duero. Estos últimos la habrían traído en sus alforjas desde Algaida, en el norte de África, después de un periodo de aclimatación en el sur de la Península.
En el centro productor más importante a comienzos del XVI era Madrigal de las Altas Torres, donde nació Isabel la Católica. A finales de ese siglo ganan en importancia Alaejos y Medina del Campo, y su vino es de los más apreciados durante la permanencia de la Corte en Valladolid (1601-1606). El mismo Quevedo canta sus virtudes cuando dice que “los paños franceses no abrigan lo medio que una santa botella de lo de “Alaejos”.
Con la vuelta de la Corte de Madrid, y ante la competencia a Madrid, y la de los vinos de Castilla la Nueva, el norte pasa a ser su principal mercado (Asturias, Santander, Vizcaya). Se fijan con precisión los límites de Tierra de Medina, convirtiéndola prácticamente en una Denominación Controlada. Desde finales del XVIII serán Rueda y Nava del Rey los principales focos productores de los blancos de verdejo. A su paso por esta última localidad, el viajero italiano Livoy se admiraba en 1755 de “las muy bellas llanuras donde he visto gran cantidad de viñas cargadas de uva más bella del mundo”.
El resurgimiento de los vinos de Rueda se inicia en los años setenta de este siglo con la llegada de la firma Marqués de Riscal a la región. Comienza la moda de los blancos jóvenes, elegantes, frescos y con delicados toques florales. En 1980 nace la Denominación de Origen Rueda que encuadra a 52 municipios del sur de Valladolid, 17 de Segovia y dos del norte Ávila, y se crea la distinción entre Rueda y Rueda Superior. Los primeros, frescos, ligeros y agradables, deben tener entre 11,5 y 14º y al menos un 25% de verdejo (el reto será viura o palomino).
Para los segundos se exige al menos un 60% de verdejo, aunque en los mejores la proporción llega hasta el 85%, sosteniéndose el resto con viura o sauvignon blanc. Son vinos pálidos, de color amarillo pajizo, con tonos verdosos; de gran frutosidad que se combina con un cierto toque terroso y, en ocasiones, presentan matices anisados; en boca tienen un paladar largo, de gran personalidad y persistencia.
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